martes, 28 de mayo de 2013

Mi amor por vos.

La última vez que hablamos por teléfono te dije que todavía te amaba, a pesar de estar con otras personas, de haberme enamorado un par de veces mas, de haber intentado formar algo con diferentes individuos, aun así te amo.
Te amo a pesar de la distancia y por ella.
Te amo a pesar de no poder tenerte. Y te amo porque no te poseo. Te amo porque no necesito tenerte para saber que estas conmigo.
Te amo a pesar de no verte. Y te amo porque no te veo.
Te amo a pesar de no poder besarte. Y te amo cuando te beso.
Te amo porque no espero que me ames, ni necesito que lo hagas. Y cuando no se espera nada a cambio el amor es más fácil.
Te amo porque quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo. Porque vos sos la única persona que amo mas que a mi misma. Verte feliz, me hace feliz. Y ese es el amor que me enseñaste a sentir.
Podría escribir mil motivos por los cuales te amo, podría escribirte mil poemas de amor, podría escribirte un libro (como lo estoy haciendo) pero jamás podría describir con exactitud lo que me haces sentir, lo que provocas en mi organismo.
Relatar las anécdotas de nuestro amor es muchísimo mas fácil. Puedo describir todos y cada uno de los días que pasamos juntos, puedo narrar las cosas que vivimos, los lugares que recorrimos. Pero cuando llega el momento de detallar los sentimientos me quedo en blanco, las palabras se escapan, las palabras no son suficientes. No existe metáfora ni comparación que describa lo que me pasa cuando te veo, cuando te beso. ¡Es indescriptible todo lo que provocas en mí!

lunes, 27 de mayo de 2013

Maldito destino.

Tenía la necesidad de volver a empezar. Necesitaba alejarme de los excesos con los que vivía, alejarme de la gran ciudad y los problemas que trae su noche. Necesitaba alejarme de todo, principalmente de tu recuerdo. Así que arme mis valijas: guarde mis juguetes, mis libros y películas y emprendí el viaje. Me esperaba la tranquilidad del mar, el aire puro del bosque y un ambiente libre de drogas y alcohol, y…libre de vos. Pinamar era justo lo que necesitaba.
El boleto del micro indicaba las 15 horas del día 30 de diciembre como la fecha de partida. Empezaría un nuevo año y una nueva vida.
Ya era 31 de diciembre del 2012 y planeaba empezar el año en compañía de mi familia. Jurando que con el nuevo año la gente conocería una Tatiana diferente, que el amor que sentía por vos se iría con el último minuto de ese año.
Todo empezó acorde a lo planeado: la cena, brindar con la familia, ponerse bonita para ir a la playa a ver los tradicionales fuegos artificiales y luego ir a festejar con mi hermano, mi cuñada y mis tías. Una vez que estuvimos en la playa todo era fiesta: música, un poco de sidra, risas y los fuegos artificiales que brillaban sobre el mar. Era más de lo que había planeado, era mágico, era exactamente lo que necesitaba.
Al finalizar la muestra decidimos caminar por el pequeño centro de Pinamar para encontrar un lugar y seguir festejando la llegada del 2013. Caminamos 2 cuadras y paramos en un quiosco porque el maldito vicio reclamaba protagonismo y la nicotina era necesaria. Esperamos afuera del quiosco mientras una de mis tías compraba cigarrillos y ahí fue cuando el destino se hizo notar. No importaba a cuantos kilómetros me haya mudado, no importaba mi vestido nuevo ni mi maquillaje, no importaba que había empezado un nuevo año: el maldito destino tenia que demostrar que no podemos huir de el. Y te vi. Caminabas de la mano de tu esposa y tu “hija” correteaba a tu alrededor gritando no se que incoherencia.
Toda la situación era como sacada de una novela de esas berretas, de esas que protagoniza Sebastián Estévanez. Estábamos a 400 kilómetros de donde nos conocimos, era el primer día de un año que no te iba a tener de protagonista en mi vida y apareces. ¡Maldito destino! ¡Maldito año nuevo! ¡Maldita la persona que escribe mi vida como una novela mexicana!
Yo seguía parada en la puerta de ese quiosco con el corazón palpitando a diez mil por segundo, me sudaban las manos, las lágrimas encontraron un hueco en mis ojos…y ahí estabas vos, caminando y mirándome de reojo.
Cuando al fin pude moverme y reaccionar tenia ganas de salir corriendo y sumergirme en el mar hasta que me trague una ballena y vivir como Jonás con tal de no volverte a ver. Camine media cuadra y te vi que caminabas solo hacia donde yo estaba. Te mire a los ojos esperando algo de vos, pero no tuviste el valor de hablarme, de saludarme siquiera. Pasaron un par de horas y recibí un mensaje que decía: “feliz año, me sorprendió verte. Nos podemos encontrar?” mi respuesta fue negativa, ya había sufrido demasiado al verte con tu familia, no necesitaba que termines de matarme con tus besos.
Después de ese episodio novelesco no volví a cruzarte (cosa que me llamo la atención ya que Pinamar es “pueblo chico, infierno grande”). Pero si volví a hablar con vos, me llamabas todos los días y me hacías las mismas promesas que siempre me hiciste.

Decidí escribir esta anécdota porque me divierte la manera en la que el destino siempre nos vuelve a cruzar, que por mas que me quiera alejar de vos se me hace imposible sacarte de mi vida. 

Just give me a reason.

Ayer alguien me pregunto: “¿Por qué no pueden estar juntos?” y respondí vagamente, respondí dando vueltas sin dar una verdadera respuesta. Respondí que escribiría algo al respecto y desde ayer que estoy sentada frente a esta netbook intentando escribir esa respuesta.
No me atrevo a decir que no estamos juntos porque no me elegís, que no estamos juntos porque no soy suficiente para vos. No me atrevo a decir que no estamos juntos porque vos te enamoraste de otra persona y me rompiste el corazón, y que yo tuve sexo con otro mientras era tu novia y te lastime el ego.
La última vez que intentamos ser una pareja todo era difícil. Yo no confiaba en vos, vos no confiabas en mí. Habíamos conocido otras personas y nuestra relación ya no era la misma de antes. Nos veíamos muy pocas veces ya que siempre encontrábamos una excusa para cancelar la cita (más que nada porque estábamos con esas personas que habíamos conocido).
Hasta que un día un amigo en común me confeso que estabas con otra persona, que te habías enamorado y no sabias como decírmelo. Entre lágrimas y sonrisas falsas decidí ir al cumpleaños de ese chico con el que coqueteaba. Entre lágrimas escondidas y alcohol decidí tener sexo con él. Ya pensándolo en frío me di cuenta que tuve sexo con ese chico no porque me gustaba, no porque sentía ganas incontrolables; sino que tuve sexo con ese chico para lastimarte, para que sientas el mismo dolor que sentí yo al enterarme que te habías enamorado de otra persona. Dicen que para que un hombre sufra hay que lastimarle el ego, y supongo que es verdad, porque es hasta el día de hoy que no dejas de reprochármelo.
Después de herirnos mutuamente, decidimos separarnos. Después de herirnos mutuamente estuvimos 1 año sin vernos, sin hablarnos, sin saber del otro. Pero por alguna razón un buen día volvimos a encontrarnos en el mismo lugar en el que nos dimos nuestro primer beso (vaya ironía), vos estabas con esa chica de la que te habías enamorado, y yo estaba sola, disfrutando de mi nueva soltería.
El dolor que sentí al verte con otra persona es indescriptible, fue como si alguien me arrancara el corazón del pecho con una mano envuelta en fuego, sentía como algo me quemaba mientras al mismo tiempo se enfriaba de golpe. Pude ver mi corazón romperse en mil pedazos bajo tus pies, pude ver como esos mil pedazos se transformaban en cenizas. Cruzamos miradas toda la noche, hasta que pudimos sentarnos a hablar: me contaste que esa chica tenía una hija, que te habías encariñado con ella, que esa nena te veía como si fueras su papá y que ya no podías terminar la relación.
En definitiva nunca tuviste el valor para volver a elegirme, nunca tuviste el valor para dejar todo y empezar de cero conmigo. Cada vez que hablamos me decís que estas con ella por la nena, que la sentís como tu hija pero que no estas enamorado de esa persona. Me decís que yo soy el amor de tu vida y que en algún momento nuestra relación va a poder ser como siempre debió ser. Y lo mas gracioso es que yo te sigo esperando, sigo confiando en vos. Sigo sintiendo esas mariposas en todo el cuerpo cuando escucho tu voz, cuando te veo. No se bien cuánto tiempo te voy a esperar, cuánto tiempo voy a sentir esto que siento por vos. Pero no me molesta, no me molesta no poder sentir esto por otra persona. Este sentimiento me hace sentir viva.
Nunca sentí nada tan real como este amor que siento por vos.


viernes, 24 de mayo de 2013

Nuestro viaje


Eran las 3 de la madrugada de algún día de verano, estaba tomando un helado y esperando el colectivo que me lleve a casa después de un día agotador. Estaba escuchando música y en el aleatorio de mi celular empezó a sonar una canción que me hacia recordarte, cansada de pensarte en los momentos menos oportunos decidí cambiar de canción. Cuando de repente escucho que alguien dice mi nombre ¿Quién podría conocerme en aquella estación y a esa hora de la madrugada? Empiezo a mirar a la gente a mí alrededor y no veo a nadie familiar, asumo que escuche mal por el cansancio. Pero no había escuchado mal, estaba mirando hacia el lugar equivocado. Bajo la vista y ahí estabas, sentado en el cordón de la vereda, esperando el mismo colectivo que esperaba yo.
Antes de ese encuentro no sabía nada de vos, hacia mucho tiempo que nos habíamos separado y habíamos perdido el contacto. No se como describir lo que sentí en el momento que te vi: alegría, excitación, tristeza, angustia, adrenalina. Todas las emociones juntas. Todo en mi ser se revoluciono. Todo lo que alguna vez había sentido (y eventualmente guardado en el fondo de mi alma) ahora salía a la luz, estaba todo a flor de piel.
Te acercaste a saludar (ya que yo había quedado inmóvil en el preciso instante que te vi). Me diste un beso en la mejilla y me preguntaste qué hacia en esa estación a esa hora de la madrugada. Hablamos un rato de banalidades: tu trabajo, mi trabajo, ¿Cómo esta tu mama? ¿Tu abuela como anda? ¿Siempre salís a esta hora? Te extraño. Yo también te extraño. Tengo ganas de estar con vos. No se por qué nos separamos. Yo tampoco se, pero ahora es muy tarde. No quiero volver a mi casa, quiero quedarme con vos. Yo también quiero quedarme pero no puedo, me espera mi mujer. Subamos en este colectivo y sigamos hasta que termine el recorrido.
Nunca supe muy bien por qué nos quedamos juntos esa noche ni por qué llegue tan tarde a mi casa. No fuimos ni a un bar ni a ningún hotel, simplemente nos subimos en ese colectivo y realizamos el mismo recorrido toda la noche. Sentados sin decir mucho en el final del pasillo alternábamos miradas con besos y caricias. Las palabras eran innecesarias, nuestros cuerpos se entendían sin hablar. Cuando el manto de la noche ya no nos cubría y los primeros rayos de luz empezaron a revelar nuestra aventura decidimos que era hora de volver a la realidad. Regresamos a aquella estación, a aquel lugar donde nos habíamos encontrado después de tanto tiempo y volvimos a esperar el colectivo como si no nos hubiéramos visto, como si la noche que habíamos pasado hubiese formado parte de un hermoso sueño.
No volví a cruzarte en aquella estación, al menos no por casualidad. Tal vez porque volvía a la estación con la esperanza de encontrarte, y cuando no lo hacía me sentaba a esperar que aparecieras. Pase varios meses sentada en el mismo lugar en el que vos te habías sentado aquella noche esperando que se inviertan los papeles: vos estarías parado, tomando un helado y maldiciendo a tu celular por reproducir una canción que te hacia recordar a un gran amor que ya no tendrías; y yo estaría sentada, viéndote, esperando el momento justo para decir tu nombre y que nuestro viaje sin fin vuelva a empezar. 

La noche que perdí la virginidad...


La noche que perdí la virginidad mi cuerpo estaba más inundado con alcohol que con excitación. No había planeado que suceda en ese lugar, con esa persona, de esa manera. No lo había planeado para nada. Nunca me intereso hacerlo de alguna manera “mágica”, de alguna forma especial; simplemente quería hacerlo.
El chico con el que había estado coqueteando durante meses me invito a su cumpleaños, y ahí me encontraba, en su fiesta. Había música, amigos, cerveza, vino, licores y cigarrillos. Nunca tuve problemas para hacerme amigos en una fiesta, y ese lugar no fue la excepción. Baile, tome, fume, me divertí haciendo tonterías con mi mejor amiga toda la noche. Hasta que dicho chico me invito a bailar. Bailamos unas pocas canciones y después me beso. Me encantaba la forma en la que me besaba: con fuerza y pasión pero de una manera muy dulce. Y me deje llevar. Empezamos a besarnos ahí, frente a todos nuestros amigos, hasta que se hizo insostenible. Nos fuimos a una habitación y seguimos besándonos, cada vez con más pasión, cada vez sentíamos más calor. No era la primera vez que llegaba a ese tipo de situación con un chico, pero si era la primera vez que cruzaba la línea.
De a poco me fue tocando. Primero el rostro, después el cuello; llego hasta mis pechos y mis pezones se endurecieron, era la primera vez que alguien los tocaba de esa manera. Sus manos continuaron mostrándome nuevas caricias, haciéndome conocer nuevas sensaciones. Hasta que ya no pude parar, ya no tenia fuerza para decirle que no: y deje que me penetre ahí mismo, contra esa pared. No se bien cuánto duro ni por qué decidí hacerlo con él en ese lugar, pero ahí estábamos: yo perdiendo mi virginidad con alguien que apenas conocía, y él llevándose mi inocencia.
La noche que perdí la virginidad mi cuerpo estaba más inundado con alcohol que con excitación. La noche que perdí la virginidad sentí mas culpa que placer. 

martes, 21 de mayo de 2013

Tengo que dejarte ir.

Tengo que dejarte ir. Pero no puedo. Te juro que lo intento, pero apenas me descuido un poco me encuentro a mi misma pensando en vos otra vez.
No puedo dejar de soñarte, de pensarte y quererte. ¿Cuántos años vas a vivir en mi mente?
Alguno de los dos tiene que empezar a decir que no. Yo tendría que dejar de mandarte mensajes, vos tendrías que dejar de llamarme. Yo debería no aceptar salir con vos, vos tendrías que dejar de invitarme. Vos tendrías que dejar de averiguar mi número de celular, yo tendría que dejar de hacértelo llegar. También debería dejar de escribir sobre nosotros pero para eso vos tendrías que dejar de inspirarme. Yo debería aceptar de una buena vez que tenes pareja, vos deberías dejar de intentar que sea tu amante. Yo debería dejar de esperarte y empezar a decirte que no.
Casualmente estoy escuchando una canción que dice: “para decir adiós solo tengo que decirlo” y no puedo evitar preguntarme ¿acaso quiero decirte adiós? ¿Realmente quiero terminar con estas idas y vueltas? Son preguntas que me hago cada vez que reapareces, son preguntas que sobrevuelan mi cabeza cada vez que pienso en vos. Jamás tuve el valor de responderlas, o decirlas en voz alta al menos. ¡Soy tan cobarde cuando se trata de vos!
Se que formaste una familia, tenes una “esposa” que te da todo lo que se supone que las mujeres deben dar, tenes una “hija” que te quiere mas que a su papá, tenes tu casa, tu trabajo y tu ambiente. Y hay veces que no puedo evitar preguntarme ¿yo podría darte todas esas cosas? ¿Podría ser la mujer que vos queres que sea? Esa mujer que solo es ama de casa, sin ambiciones, que lo único que hace es parir y criar hijos, que cocina, lava, limpia, plancha. ¿Podría dejar de ser todo lo que soy para estar con vos? ¿Podría cambiar mi manera de ser, de pensar solo para poder estar con vos? O tal vez vos me aceptarías tal cual soy, como lo hiciste años atrás. ¡Tantas cosas pasan por mi mente cuando pienso en los “que tal si…”!
No se bien como darle un punto final a esto que estoy escribiendo, nunca supe darle punto final a nada que tenga que ver con vos, no se si no puedo o no quiero. ¿Cómo haces para dejarme tan estúpida con un solo llamado? ¿Cómo haces para dejarme tan estúpida después de tanto tiempo?

Creo que es hora de empezar a responder alguna de las tantas preguntas que tengo. Y debería empezar por la primera: después de tanto tiempo ¿sigo enamorada de vos?