viernes, 24 de mayo de 2013

Nuestro viaje


Eran las 3 de la madrugada de algún día de verano, estaba tomando un helado y esperando el colectivo que me lleve a casa después de un día agotador. Estaba escuchando música y en el aleatorio de mi celular empezó a sonar una canción que me hacia recordarte, cansada de pensarte en los momentos menos oportunos decidí cambiar de canción. Cuando de repente escucho que alguien dice mi nombre ¿Quién podría conocerme en aquella estación y a esa hora de la madrugada? Empiezo a mirar a la gente a mí alrededor y no veo a nadie familiar, asumo que escuche mal por el cansancio. Pero no había escuchado mal, estaba mirando hacia el lugar equivocado. Bajo la vista y ahí estabas, sentado en el cordón de la vereda, esperando el mismo colectivo que esperaba yo.
Antes de ese encuentro no sabía nada de vos, hacia mucho tiempo que nos habíamos separado y habíamos perdido el contacto. No se como describir lo que sentí en el momento que te vi: alegría, excitación, tristeza, angustia, adrenalina. Todas las emociones juntas. Todo en mi ser se revoluciono. Todo lo que alguna vez había sentido (y eventualmente guardado en el fondo de mi alma) ahora salía a la luz, estaba todo a flor de piel.
Te acercaste a saludar (ya que yo había quedado inmóvil en el preciso instante que te vi). Me diste un beso en la mejilla y me preguntaste qué hacia en esa estación a esa hora de la madrugada. Hablamos un rato de banalidades: tu trabajo, mi trabajo, ¿Cómo esta tu mama? ¿Tu abuela como anda? ¿Siempre salís a esta hora? Te extraño. Yo también te extraño. Tengo ganas de estar con vos. No se por qué nos separamos. Yo tampoco se, pero ahora es muy tarde. No quiero volver a mi casa, quiero quedarme con vos. Yo también quiero quedarme pero no puedo, me espera mi mujer. Subamos en este colectivo y sigamos hasta que termine el recorrido.
Nunca supe muy bien por qué nos quedamos juntos esa noche ni por qué llegue tan tarde a mi casa. No fuimos ni a un bar ni a ningún hotel, simplemente nos subimos en ese colectivo y realizamos el mismo recorrido toda la noche. Sentados sin decir mucho en el final del pasillo alternábamos miradas con besos y caricias. Las palabras eran innecesarias, nuestros cuerpos se entendían sin hablar. Cuando el manto de la noche ya no nos cubría y los primeros rayos de luz empezaron a revelar nuestra aventura decidimos que era hora de volver a la realidad. Regresamos a aquella estación, a aquel lugar donde nos habíamos encontrado después de tanto tiempo y volvimos a esperar el colectivo como si no nos hubiéramos visto, como si la noche que habíamos pasado hubiese formado parte de un hermoso sueño.
No volví a cruzarte en aquella estación, al menos no por casualidad. Tal vez porque volvía a la estación con la esperanza de encontrarte, y cuando no lo hacía me sentaba a esperar que aparecieras. Pase varios meses sentada en el mismo lugar en el que vos te habías sentado aquella noche esperando que se inviertan los papeles: vos estarías parado, tomando un helado y maldiciendo a tu celular por reproducir una canción que te hacia recordar a un gran amor que ya no tendrías; y yo estaría sentada, viéndote, esperando el momento justo para decir tu nombre y que nuestro viaje sin fin vuelva a empezar. 

3 comentarios: