La noche que perdí la virginidad mi
cuerpo estaba más inundado con alcohol que con excitación. No había planeado
que suceda en ese lugar, con esa persona, de esa manera. No lo había planeado
para nada. Nunca me intereso hacerlo de alguna manera “mágica”, de alguna forma
especial; simplemente quería hacerlo.
El chico con el que había estado
coqueteando durante meses me invito a su cumpleaños, y ahí me encontraba, en su
fiesta. Había música, amigos, cerveza, vino, licores y cigarrillos. Nunca tuve
problemas para hacerme amigos en una fiesta, y ese lugar no fue la excepción.
Baile, tome, fume, me divertí haciendo tonterías con mi mejor amiga toda la
noche. Hasta que dicho chico me invito a bailar. Bailamos unas pocas canciones
y después me beso. Me encantaba la forma en la que me besaba: con fuerza y
pasión pero de una manera muy dulce. Y me deje llevar. Empezamos a besarnos
ahí, frente a todos nuestros amigos, hasta que se hizo insostenible. Nos fuimos
a una habitación y seguimos besándonos, cada vez con más pasión, cada vez
sentíamos más calor. No era la primera vez que llegaba a ese tipo de situación
con un chico, pero si era la primera vez que cruzaba la línea.
De a poco me fue tocando. Primero el
rostro, después el cuello; llego hasta mis pechos y mis pezones se
endurecieron, era la primera vez que alguien los tocaba de esa manera. Sus
manos continuaron mostrándome nuevas caricias, haciéndome conocer nuevas
sensaciones. Hasta que ya no pude parar, ya no tenia fuerza para decirle que
no: y deje que me penetre ahí mismo, contra esa pared. No se bien cuánto duro
ni por qué decidí hacerlo con él en ese lugar, pero ahí estábamos: yo perdiendo
mi virginidad con alguien que apenas conocía, y él llevándose mi inocencia.
La noche que perdí la virginidad mi
cuerpo estaba más inundado con alcohol que con excitación. La noche que perdí
la virginidad sentí mas culpa que placer.
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