Se encontraron en un bar una noche de verano. No recuerdo bien la
hora, pero se que era de madrugada (la mayoría de sus encuentros eran a esa
hora). Ella lucia un vestido floreado que había comprado especialmente para la
ocasión y un maquillaje casi perfecto que se complementaba con el peinado que
se había hecho esa misma tarde en una peluquería cerca de su casa. Quería lucir
perfecta para esa cita, quería lucir perfecta para él. Llego primera como de
costumbre, se ubico en una mesa alejada de cualquier ventana o puerta (por
pedido de él, la discreción era lo principal), pidió su trago favorito: Gancia
con limón y se prendió un cigarrillo. No era fumadora habitual pero los nervios
de volverlo a ver después de ese trágico encuentro en los festejos del año
nuevo eran demasiados y se olvido de la promesa que se había hecho a si misma
de dejar ese vicio. A medida que pasaban los minutos y el cigarrillo se
consumía, sus manos sudaban tanto que el trago que pidió lo bebió como si fuese
agua. Decidió aumentar la apuesta y pidió otro de sus tragos favoritos: vodka
con jugo de naranja (llamado comúnmente “destornillador”).
Él llego cuando ella encendía el tercer cigarrillo. Llevaba puesto
una bermuda de jean, una remera no muy llamativa y unas zapatillas discretas.
Él también venia fumando, ella se sonrió y pensó que tal vez no era la única
que estaba nerviosa en ese bar. Se saludaron con un beso en la mejilla y se
sentaron.
-¿queres que te pida algo para tomar?- pregunto ella entre sonrisas.
-disculpa que llegue tarde pero el laburo fue un infierno-dijo él-
¿pedimos una cerveza como en los viejos tiempos?-
-ya me adelante-respondió ella.
Lo conocía tan bien, sabia que a él no le gustaba tomar tragos
cuando estaban juntos, así que cuando había llegado al bar le había dicho al
mozo que cuando llegue su cita trajera una Stella Artois. El mozo no se hizo
esperar e interrumpió con una cerveza helada, justo como les gustaba a ambos.
-estas muy linda. ¿Te arreglaste para mi?- pregunto él con picardía.
-¿esto?- respondió ella señalando su atuendo- no, vine así nomas,
como estaba en casa.- mintió la mujer, sabiendo que todo su esfuerzo había dado
frutos. -¿para que me llamaste?- pregunto hecha un manojo de nervios.
-¿ya queres pelear? Porque no disfrutamos la cerveza y la noche que
esta hermosa.- fue la respuesta del caballero.
-no veo como esta la noche, no tengo ninguna ventana cerca-le
reprocho-se que no queres que nos vean, pero en Pinamar no nos conoce nadie.-
-no te creas, siempre alguien nos conoce.-hizo una pausa y le dijo-Te
extraño demasiado.-
Ella no supo que responder, bebió un trago largo de cerveza y
encendió el cuarto cigarrillo de la noche. Había esperado tanto tiempo para
verlo, para escuchar esas palabras de su boca que no sabia que hacer. ¿Debía
decirle que ya era tarde, que ya no sentía nada por él? ¿Debía responderle que
ella también lo extrañaba y besarlo con pasión en ese bar? ¡Tantas preguntas
invadían su mente!
-ey, ¿en que pensas?-le pregunto él, interrumpiendo todo pensamiento
que ella estaba teniendo en ese momento.
-en lo rica que es esta cerveza, parece que en esta época del año se
pone mejor ¿no te parece? Jaja- respondió ella, no iba a confesarle las mil y
una preguntas que volaban en su mente.
Pidieron 1, 2, 3…tantas cervezas que perdí la cuenta. Las horas
pasaban y ellos seguían sentados en esa mesa, en ese bar. Pero no hablaban de
lo que debían hablar. Discutían sobre fútbol, sobre trabajos, sobre cosas del
pasado…pero el tema que los había hecho encontrarse en ese bar a las 2 de la
madrugada seguía sin salir a la luz.
-¿te puedo dar un beso?-pregunto tímido a pesar de las cervezas.
-no.-respondió firme-no podes. Porque cada vez que te veo y me besas
todo lo que siento por vos sale a la superficie, porque me decís que soy el
amor de tu vida y me dejas estúpida varios meses. No podes besarme porque estas
con otra persona, porque elegiste a otra persona y no a mi. No podes besarme
porque no me voy a conformar con solo un beso, porque no quiero tenerte solo
una noche escondidos en un bar.-le dijo entre sollozos.
-no me digas esas cosas porque me duelen.- respondió cabizbajo- ¿te
pensas que es mentira lo que te digo? ¿Te pensas que no me duele no poder estar
con vos? Ya te explique mi situación y me dijiste que la habías entendido, no
me lo hagas mas difícil.-
-si, te entiendo. Pero ¿a mi quien me entiende? ¿Sabes lo doloroso
que fue verte con tu familia en año nuevo? No, no sabes. No sabes lo que sentí
al verte, no sabes como llore cuando volví a mi casa. Vos no lloraste, vos no
sufriste como yo.-le confeso entre lagrimas.
Mientras se secaba las lágrimas y prendía el cigarrillo número mil
se lamentaba porque había malgastado el maquillaje, porque el vestido ya no le
lucia como antes y porque la cerveza la había hecho confesar todo eso que
sentía. Pero pronto se sintió aliviada, había podido manifestar todo lo que
pensaba, se había sacado mil toneladas del corazón.
Él seguía cabizbajo, se sentía terrible: había hecho llorar por
milésima vez a la mujer que amaba desde los 15 años.
Cuando al fin lograron calmarse, se miraron y se tomaron de las
manos. No decían mucho, casi nada, solo se miraban y se acariciaban las manos.
Sabían que eso que los unía era amor, que era un amor maltratado, un amor sin
final feliz, pero un amor tan puro y tan real que los quemaba por dentro.
Pagaron la cuenta a medias como lo hacían de adolescentes y salieron
de ese bar. Todavía era de noche pero se podía ver como el sol intentaba
colarse en el cielo y unos pequeños rayos aclaraban el ambiente. Caminaron 1
cuadra hasta llegar a la playa, se sentaron abrazados y miraron el ir y venir
de las olas un rato largo.
Ella rompió el silencio y le dijo:-Te amo. Y siempre te voy a amar.
Pero no quiero amarte, quiero ser feliz. –
-yo también te amo y quiero que seas feliz.- respondió él.
-¿entonces este es el punto final?-pregunto ella casi entre
lagrimas.
-no-se apresuro el- sabes que entre nosotros no hay punto final por
mas que intentemos separarnos siempre nos volvemos a encontrar. Sos mi destino,
¿sabes? Y también sos mi primer amor, sos el amor de mi vida.-le dijo antes de
besarla.
Y la beso con la ternura que lo caracterizaba. La beso como a ella
le gustaba. ¡Habían esperado ese beso durante tanto tiempo!
-nuestra historia parece de novela- bromeo ella un poco mas
distendida. –de verdad, es una novela mexicana Jaja. ¡Algún día voy a escribir
un libro contando nuestras idas y vueltas y me voy a hacer millonaria!- bromeo
una vez mas.
-Hacelo. Escribí sobre nosotros, sobre nuestra historia, nuestro
amor.-contesto.-a mi me encantaba leer las cartas que me escribías, si escribís
un libro voy a ser el primero en comprarlo, mas si habla de mi. Jaja-
-¿te parece? Igual sabes que lo voy a hacer porque me lo pedís vos.
Cuando lo tenga terminado te mando una copia Jaja.-le dijo entre sonrisas.
El sol había encontrado su lugar y sus rayos iluminaban toda la
playa. La oscuridad ya no los ocultaba. Su noche juntos había llegado a su fin.
- Ya amaneció. Tenes que volver a tu casa, ¿no?- pregunto
entristecida.
-si, por desgracia si.-le respondió él.- sabes que por ahora no nos
podemos volver a ver, ¿no?-pregunto mientras se paraba y se sacudía la arena de
la ropa.
-si, ya se.- respondió ella mientras hacia lo mismo.
Él la acompaño hasta la esquina de su casa, caminaron esas cuadras
tomados de la mano como los adolescentes que alguna vez fueron. Cuando llego el
momento de la despedida él le confeso:
-te amo, lo sabes ¿no? Y por más que no podamos estar juntos sos el
amor de mi vida y siempre te voy a amar.-
-yo también te amo. Y porque te amo quiero que seas feliz, aunque no
sea conmigo. Ya nos volveremos a encontrar, como siempre.- sonrió entre
lágrimas.
Sabia que no era una despedida, que nunca existió una verdadera
despedida entre ellos pero era un hasta luego bastante largo. Ahora no solo los
separaba el destino sino también la distancia: él había decidido mudarse a
Pinamar y ella no podía dejar su San José natal.
Se dieron un último beso, se miraron por
última vez y se despidieron. Ella con la promesa de escribirle un libro y él
con el juramento de amarla como siempre lo había hecho.
Pasaron varios meses desde esa noche en ese
bar, desde ese amanecer en esa playa, desde esas promesas que intercambiamos. Y
acá estoy, intentando cumplir con mi parte del trato. Todavía no se cómo se
escribe ni cómo se publica un libro, pero lo estoy intentando porque se lo
prometí. Siento que es algo que nos debo a los dos, que es necesario que
escriba sobre esta historia. Él a veces me llama y me dice cosas lindas al
oído, me recuerda que me ama y que me extraña, y me dice que Pinamar no es lo
mismo sin mí.
Nuestra historia nunca tuvo ni tendrá
final, esta llena de idas y vueltas, de promesas rotas y de lágrimas pero no
cambiaría ningún capitulo. Y espero que si algún día puedo transformarla en un
libro podamos leerla juntos, sentados en la misma playa, viendo como las olas
vienen y van.
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